Estamos en un periodo de tiempo en donde el 'cómo se vive' es tema de discusión y análisis; donde se cuestiona qué es el vivir con dignidad. ¿40 metros cuadrados son suficientes para una familia? o ¿qué es ético en la construcción de barrios o conjuntos habitacionales?
Así como es necesario estar atento a cada mal ejemplo que surge, aún más se debe hacer recapitulación de los casos dignos de reconocimiento. Uno de estos es la Villa Presidente Ríos, surgida en Talcahuano en los años 50; una ciudad satélite diseñada por los arquitectos Sergio Larraín y Emilio Duhart, por encargo de la empresa CAP, la que en pocos años logra consolidarse con éxito en un progreso urbano y sobre todo social.
La ética de un buen barrio
El siglo pasado, la provincia de Concepción tuvo un explosivo crecimiento industrial, consagrándose con la creación de la empresa CAP y su planta Huachipato en la década del cincuenta. Esto generó una explosión demográfica en la zona que obligó a crear grandes barrios, entre ellos el caso de la Villa Presidente Ríos, en la que CAP debía dar vivienda a empleados provenientes de diversos lugares rurales del país; proyectando una villa para alrededor de 30.000 habitantes en un sistema de ciudad abierta moderna.
En menos de 20 años la villa se consolida como unos de los barrios más prolíferos de la ciudad, creciendo en población rápidamente y transformándose en un lugar lleno de vida. Se observó un desarrollo social y educacional importante, debiéndose considerar el bajo nivel educacional de una población que provenía mayoritariamente de los campos del sur de Chile.
Este desarrollo socio-cultural no se produjo espontáneamente; era la misma empresa CAP la que potenciaba la creación de organizaciones intentando proporcionar a sus empleados una calidad de vida digna y cómoda, creando cooperativas de vivienda, juntas de vecinos, clubes deportivos y sociales, parroquias, cuerpo de bomberos, y muchas otras, dando cuenta del entusiasmo que existía en la población respecto a su nuevo barrio y la sensación de pertenecer a una comunidad que progresaba día a día, teniendo la oportunidad de desarrollarse.
Como lo expone Guillermo Silva Silva en su libro "La villa del Puerto, Higueras":
Tienen todas las juntas y comités las mismas características y persiguen fines similares. El deseo de mejorar sus sectores y presentar sus barrios en forma atractiva.
En palabras del arquitecto Gonzalo Lastra Águila, la forma en que fue diseñada la Villa Presidente Ríos fue otro factor gravitante para que este barrio se desarrollara. Gracias a los arquitectos Sergio Larraín y Emilio Duhart, se desarrolló un concepto de barrio tipo ciudad desde la teoría planteada por el urbanista americano Clarence Perry.
El principal protagonista era la familia, potenciando las relaciones entre residentes con los centros cívicos, escuelas y plazas en un sistema articulado a escala del hombre, pensado sin divisiones sociales, donde los distintos empleados, desde gerentes a obreros compartían los clubes y comercios, los niños jugaban todos en sus parques y asistían a las mismas escuelas.
Este diseño se basó en 30.000 habitantes distribuidos en 4 unidades vecinales de 7.500 habitantes, tomando como base las escuelas primarias y donde se entrelazan las viviendas de los distintos estratos de trabajadores.
Como plantea Claudio Sánchez en “La villa presidente ríos, ciudad industrial de Huachipato”:
Como la u. Vecinal tiene la finalidad de garantizar una vida interna de la población referente a la educación de niños y al abastecimiento de productos para el consumo diario, se la dotó de un centro de un centro vecinal formado por el conjunto escolar, escuela primaria y media, y por un conjunto comercial de abastecimientos...
El arquitecto define la importancia de considerar que este gran proceso social conjugó las estrategias de los barrios modernos, pensados para potenciar la vida social familiar, y lo que vivió la Villa con la influencia de CAP en el desarrollo de sus empleados, evidenciando esta influencia en el truncamiento ocurrido luego del año 1973, en el que muchas organizaciones comunitarias fueron clausuradas y la vida de barrio que poseía el lugar se vio limitada a sólo una buena urbanización.
Por ende, la importancia de la Villa Presidente Ríos se da en el cómo las buenas estrategias urbanas -como la integración social o el dar protagonismo a áreas verdes y colegios-, al conjugarse con políticas sociales provenientes de cualquier entidad patrocinante -como CAP o el Estado-, dan origen a un desarrollo social evidente. Como en este lugar, donde familias de origen rural se transforman en un ejemplo de vida citadina.
Se destacan además las políticas empresariales de la acerera, preocupándose de transferir su éxito no sólo económicamente, sino que entregando herramientas para que sus empleados tengan una mejor calidad de vida. La creación de clubes, juntas de vecinos o cooperativas, permitieron que sus habitantes progresaran, asegurándose además de que los niños tuvieran un ambiente propicio para educarse; desde la cercanía a colegios, áreas verdes y deportivas o a través de distintas actividades que podían realizar en las comunidades de la villa.
* Articulo basado en la Tesis desarrollada por el arquitecto chileno Gonzalo Lastra Aguila.